Dos años de ruidos extraños y sucesos inexplicables mantuvieron despierta a una pareja en la localidad madrileña de Coslada en 1993. Cuando su hijo cayó enfermo sin razón aparente, decidieron investigar. Al arrancar el papel de una de las paredes de su casa, en la calle del doctor Barraquer, de donde procedían los fenómenos más virulentos, descubrieron que debajo se dibujaba un nombre: Charo.
Algunos vecinos recordaron la época en la que el apartamento estuvo ocupado por una mujer que decía ser vidente. Tenía una bola de cristal y se decía que realizaba rituales extraños, además de practicar la ouija. El nombre de la vidente, de la que no se supo nada después de que abandonase la casa, era Charo.
Clara Tahoces, colaboradora de Cuarto Milenio, estuvo investigando el caso y descubrió que la pareja decidió mudarse. Pero los vecinos siguieron escuchando ruidos que provenían de la vivienda vacía.
Algunos vecinos recordaron la época en la que el apartamento estuvo ocupado por una mujer que decía ser vidente. Tenía una bola de cristal y se decía que realizaba rituales extraños, además de practicar la ouija. El nombre de la vidente, de la que no se supo nada después de que abandonase la casa, era Charo.
Clara Tahoces, colaboradora de Cuarto Milenio, estuvo investigando el caso y descubrió que la pareja decidió mudarse. Pero los vecinos siguieron escuchando ruidos que provenían de la vivienda vacía.
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