Fue comandante de la caballería británica a mediados del siglo de 1800, se distinguió por su habilidad y agilidad en el campo de batalla. De porte serio y voz contundente se hizo de un nombre en el mundo de la política: era Henry Stapleton Cotton, Vizconde de Combermere. Un no muy buen día el Lord de Combermere, quien contaba ya con 73 años y en ese momento se encontraba paseando por la atestada Londres, fue atropellado por un carro tirado por caballos. Como resultado de este accidente, a las 7 semanas, murió a causa de una apoplejía el 5 de diciembre de 1891: sus restos fueron trasladados a la casa familiar para dar honra a sus despojos. La casa mencionada era la abadía de Combermere en Cheshire fundada en 1133 por monjes benedictinos. La propiedad fue otorgada en la época de Enrique VIII, cuando se disolvieron todo tipo de órdenes, y pasó a manos de la familia Cotton. Un miembro de esta casa nombrado Lord Combermere en 1814 la recibió de manos del Rey, su heredero fue ese buen Lord que murió aplastado por las patas del caballo. Familia, amigos, compañeros y servidumbre lloraron la pérdida. Fue una muerte absurda para alguien que vivió gran parte de su existencia en un campo de batalla y siempre regresó triunfante. Sin embargo, el día que la parca quiere tu alma no hay nada que pueda detenerla. Así fue como un gran séquito de gente se fue de la Abadía hacia Wrenbury Cheshire, una villa que quedaba a 6 kilómetros de la casa principal. Se dice que todo el mundo que habitaba la mansión dejó sus labores para ir a rendir un tributo al Lord,
Una mujer llamada Sybell R. Corbet se encontraba hospedada en la Abadía con sus hermanos y hermanas entre la que se encontraba su hermana Constante conocida como Lady Sutton quien estaba arrendado parte de la residencia. Aprovechando la ausencia de gran parte de la gente de Combermere, la aficionada a fotografía, Sybell, aprovechó la oportunidad para realizar algunas tomas de la casa, en especial lograr una fotografía de la biblioteca principal. Para realizar la labor en esa habitación en específico decidió montar una cámara y ajustarla para tomar un retrato de larga exposición, abriendo el obturador lo necesario y dejarla así durante una hora. Contenta con su desempeño realizado, la señorita Corbet guardó las plaquetas sin saber lo que ocultaban, hasta que 8 meses después la verdad fue finalmente revelada. Entre todas las fotos realizadas, la que se tomó en la biblioteca fue la que se llevó el premio mayor y no fue precisamente por su hermosura. En la esquina inferior izquierda, sentado en una gran poltrona se encontraba una figura semitransparente. ¿Acaso se trataba del fallecido Lord Combermere? Aterrada por su descubrimiento, Sybell decidió hacer una encuesta a todos aquellos que conocieron en vida al antiguo Lord. Ninguno de los entrevistados pudo llegar a un acuerdo, mientras que unos alegaban que ese era el fantasma del comandante otros decían que fue un simple error de la fotografía.
Para 1895, la fotografía fue publicada en la revista Journal of the Society for Psychical Research, la única revista dedicada a la redacción de textos sobre investigaciones científicas sobre hechos paranormales y fantásticos. El elegido para investigar esté suceso fue el Profesor Barret, quien resolvió algunas dudas antes de comenzar su faena. La primera fue si las placas usadas para tomar fotografías habían sido mezcladas con otras o se habían sobreexpuestos, la fotógrafa aclaró que para el momento ella sólo había captado paisajes y habitaciones despejadas de gente. También se aclaró que nadie había entrado en la biblioteca en el momento de tomar la fotografía. Más adelante el Profesor junto con un colega, decidieron realizar un experimento para tratar de imitar la fotografía. Tomaron varias fotografías de una silla con una configuración de exposición larga similar a lo que usó Sybell. Durante la exposición, uno de los dos hombres se sentó en la silla por un corto tiempo, pero mantuvo sus piernas en movimiento, al final del experimento se obtuvo un resultado semejante a la de la Señorita Corbet. La versión de esta primera foto ha variado a través de los años, las pruebas con las que se pudieron refutar la foto no se convirtieron en prueba inherente de que el retrato del Lord hubiera sido un montaje. Hubo algo en la fotografía que siempre intrigó a la artista y fue porque la ropa del personaje en cuestión no coincidía con la de los 4 hombres que se quedaron ese día. El collar blanco que complementaba el vestuario de los nobles era acostumbrado en los hombres mayores de las altas esferas. Real o no, esté ha sido uno de los primeros casos en que un supuesto fantasma sonrió para la cámara.
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