Vimos en un artículo anterior la historia de Santiago según describen diferentes textos religiosos; sin embargo, dichas historias dejan en honor a la verdad muchas dudas sobre la autenticidad de los huesos que tantos veneran. No solo es por la ausencia de pruebas físicas fehacientes coetáneas a la presencia de Santiago en la Península, sino también porque de las pruebas escritas que se tienen, todas ellas muy posteriores Leyenda Áurea del siglo XIII Historia Compostelana”del siglo XII Moralina in jub del siglo XIII Breviario de los Apóstoles” del siglo VI Comentarios al Apocalipsis del siglo VIII, las historias narradas hablan de la presencia de ángeles, de apariciones marianas y de otros sucesos que son difícilmente demostrables salvo por la fe.
Por otro lado, determinadas fechas tampoco concuerdan con ciertos sucesos históricos de los que sí se tiene constancia. Por ejemplo, en Moralia in Job, obra del siglo XIII escrita por Gregorio Magno en el que se narra la aparición de la Virgen María en Zaragoza, se indica como fecha del suceso enero del año 40, fecha en la que María aún estaba viva y residiendo en Palestina. Tampoco existen textos escritos que documenten la presencia de cristianos en Galicia antes del siglo III.
También parece demasiada casualidad que los restos del Apóstol aparecieran después de otra revelación en sueños justo cuando más se necesitaba fortalecer la fe cristiana ante la invasión musulmana, del mismo modo que es difícilmente explicable el motivo por el que los restos de Santiago aparecieron en Galicia cuando se sabe a ciencia cierta que fue ajusticiado en Judea.
Por último, y más polémica aún, es la imposibilidad de realizar pruebas definitivas de ADN a sus restos al estar prohibido por la Iglesia mediante bula papal.
La forma en la que se desarrollaron los hechos, las dudas en torno a si realmente Santiago estuvo en España o no y los posibles intereses religiosos en fomentar la veneración de reliquias en una época en que éstas eran, cuando menos, lucrativas para la Iglesia, siembran de dudas la autenticidad de estos huesos y ha llevado a muchos científicos e historiadores a investigar sobre la pregunta de quién yace en la tumba de la Catedral de Santiago de Compostela ¿es verdaderamente el Apóstol Santiago?
Tesis en torno a las reliquias de Santiago
Son muchos los que apoyan la tesis de que los restos no son los de Santiago, entre ellos el hagiógrafo Louis Duchesne, el teólogo Henry Chadwick o el historiador Claudio Sánchez Albornoz, quien basa sus teorías en que los restos pertenecen en realidad al obispo Prisciliano.
Es preciso recordar que sobre los restos de una antigua necrópolis paleocristiana, en la zona donde se encontraron los restos del Apóstol, se erigió una iglesia que fue el origen de la actual Catedral de Santiago, en cuyo altar mayor se encuentran las reliquias.
Capilla de las Reliquias en Santiago de Compostela
No obstante, en el año 1589, ante la amenaza de asalto del corsario Sir Francis Drake, se decidió ocultar los restos en el ábside de la capilla mayor donde se encontraron tres siglos después, en el año 1879, bajo una inscripción en griego que rezaba Athanasios mártir. En dicha excavación se encontraron los restos de tres cuerpos por lo que se dedujo que los cuerpos de Atanasio (discípulo de Santiago), del propio Santiago y de Teodoro su otro discípulo.
La constatación de que uno de los cuerpos sería el del Apóstol se basó en que le faltaba una pieza mastoidea, precisamente la única pieza que la Iglesia veneraba hasta entonces como proveniente de Santiago.
Tras el dictamen de los investigadores eclesiásticos de la época, el Papa León XIII publicó la Bula Deus Omnipotens que no solo autentificaba las reliquias sino que impulsaba la peregrinación a Santiago.
Desde entonces, precisamente por prohibición de la Iglesia, ha sido imposible realizar una datación cronológica de esos restos.
¿Quién era el obispo Prisciliano?
Prisciliano de Ávila fue un obispo al que la propia Iglesia consideró hereje. Nació en Gallaecia y predicó contra la corrupción y las jerarquías eclesiásticas. El movimiento popular que seguía sus ideas se extendió por toda la península de modo que fue denunciado por brujería ante la Iglesias.
Finalmente, tras un cónclave, Prisciliano fue acusado en Tréveris en el año 385 de practicar rituales mágicos, y tras ser torturado, confesó todas aquellas prácticas de la que se le acusaba. Sentenciado, fue decapitado, convirtiéndose en el primer hereje católico ajusticiado por civiles bajo mandato eclesiástico.
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