7 jun 2018

El chico y los frailes.



Un día iban tres frailes paseando por un camino estrecho con el sosiego de costumbre, cuando a lo lejos vieron venir un chico, y uno de los frailes dice:
Veréis cómo nos vamos a divertir con aquel pequeño: le marearemos a preguntas y veremos qué es lo que contesta, que no dejará de equivocarse lo suficiente para que nos haga pasar un buen rato.
Además, si sabe latín...
Cae, no tiene trazas.
Pues a ver si nos divertimos.
Siguieron los tres paseando, poco a poco; el chico iba hacia ellos bastante más deprisa. Llegan ya a encontrarse, da sus buenas tardes el muchacho y uno de los frailes le pregunta:
¿Adónde va este camino?
Este camino no va a ninguna parte, que se está quieto.
Chúpate ésa le dijo un compañero por lo bajo.
El fraile aquel ya no se atrevió a hacer más preguntas; pero otro le dice, así como para entrar en conversación:
Oye, ¿Cómo te llamas?
Yo no me llamo, que me llaman a mí.
Y vuelve por otra le dice entre dientes el compañero.
No escarmentado el fraile con la rápida contestación del rapaz, aún se atrevió a preguntarle:
Y, ¿Cómo te llaman?
A gritos, cuando estoy lejos dijo sin turbarse.
Vuelve, vuelve por uvas dijo asustado el primer fraile. Y decías que no sabía latín, ¿eh?.
Ya no quiso preguntarle cómo le llamaban cuando estaba cerca; y el tercer fraile, viendo las buenas salidas del perillán y juzgando por ellas que era un tuno como una loma, quiso decirle pillo preguntándole:
¿Qué hacen en tu pueblo con los chicos que son tan pillos como tú?
Y contestó el muchacho.
¡Meterlos a frailes!


                                             
¡Meterlos a frailes

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