Todos los teatros quieren tener un fantasma en su interior y el legendario teatro Eslava no podía ser menos. En los felices años 20 del siglo pasado, este lugar icónico se encontraba en el esplendor de la escena madrileña gracias a su apuesta por el Teatro del Arte, influenciado por los dramaturgos parisinos. Estrenar en sus tablas era un honor que había encumbrado a Valle Inclán, Jacinto Benavente o Manuel de Falla, entre otras leyendas.
Esas ansias por tocar el cielo del viejo Eslava tenían enfrentados a dos directores jóvenes con talento como Alfredo Vidal y Planas y Antón de Olmet, que se disputaban el cartel de la marquesina. Vidal estrena antes y fracasa estrepitosamente. Por aquel entonces rondaba a una bella dama que viendo el resultado decepcionante de su obra coquetea con Olmet que está a punto de estrenar la suya. Vidal -celoso del éxito amoroso y artístico de su rival- se presenta en los ensayos de Olmet donde se encuentra también la mujer en disputa. Empieza la pelea y Olmet trata de asfixiar a su contrincante pero éste es más rápido. Le dispara a bocajarro en el estómago dejando al pobre Olmet desangrándose en brazos de su amada. Vidal pasará tres años en la cárcel pero la condena de Olmet ha sido eterna, vagando entre las bambalinas del teatro en pleno estreno de una nueva obra, paseando entre actores sobre las tablas y en algunas noches disfrutando de las noches VIP de la reciente Joy Eslava.
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