Joan Crawford pasó los últimos años de su vida prácticamente recluida en su apartamento de Nueva York y su muerte resulta un misterio. Según su biógrafa Karen Swenson: “Algunas personas creen que tomó algún medicamento para acabar con su vida, tal vez pastillas para dormir, pero no se ha podido demostrar. Hay, no obstante, un hecho revelador. Una semana antes de su muerte regaló a su perro, al cual adoraba.” Probablemente nunca sabremos la verdad sobre su muerte. Más aún, quizá tampoco sepamos nunca la verdad sobre su vida. Gran parte su trayectoria está teñida de rumores salvajes: promiscuidad sexual, maltrato a sus hijos... Todo ello hace que Joan Crawford tenga también su capítulo en esta “Crónica negra de Hollywood". Una infancia poco feliz en la que sufrió malos tratos le hizo desear escapar como fuera de su Kansas City natal y buscar un lugar en el mundo del espectáculo. De sus primeros años como corista corrían algunos rumores bastante tendenciosos. Se decía que había sido detenida una vez por ejercer la prostitución y que había rodado una película porno con la que luego, cuando se convirtió en estrella, intentaron Nada de eso ha sido probado. Lo único cierto es que finalmente fue descubierta por la Metro e inició su carrera cinematográfica a finales de los años 20, todavía en la época del cine mudo. En los años 30 llegó a convertirse en la principal estrella femenina del estudio. Joan repetía una y otra vez sus personajes de mujer sufriente y desgarrada y al público le encantaba. Además cuidaba mucho de sus fans. Durante toda su vida contestó personalmente o a través de un ejército de empleados las cartas que le llegaban de estos. Joan Crawford se casó cuatro veces y tuvo infinidad de amantes. Clark Gable, con el que rodó varias películas, fue uno de los más famosos, pero no fue el único. Desde galanes consagrados hasta actores de reparto, incluso jovencitos a los que se encargó de iniciar, como la estrella infantil Jackie Cooper. Su furor sexual era legendario, como recordaba el director Vincent Sherman: “Estábamos en la sala de proyecciones cuando ella cogió mi mano y la puso en su pecho. De repente se quitó la falda y se bajó las bragas. Estaba lista para tener sexo en ese mismo momento. Tenía fama de devora hombres.”
En 1940, cuando contaba 35 años y acababa de divorciarse de su segundo marido, la actriz adoptó a su primera hija. Lo extraño es que por entonces era casi imposible que una mujer soltera pudiera adoptar. Según Christina Crawford hizo una petición a los Servicios Sociales para ser madre adoptiva pero la rechazaron. Entonces contrató a un conseguidor de bebés de Las Vegas que se encargó de todo. Es decir, la niña fue literalmente comprada. Christina fue su primera hija a la que años después seguirían otros tres bebés adoptados, probablemente con el mismo procedimiento.
En 1978 Christina Crawford escribiría un escalofriante libro titulado “Queridísima mamá” en el que describía a Joan como una mujer colérica, maltratadora de sus hijos y obsesionada con la limpieza. Y es que a mediados de los años 40 su carrera atravesaba un bache. Se hacía mayor, ya no le ofrecían papeles selectos y estaba perdiendo categoría en Hollywood. Cara al exterior Joan Crawford se mostraba como una madre devota y cariñosa pero de puertas adentro pagaba su frustración con los niños. Christina Crawford cuenta en su libro numerosas vejaciones y maltratos. La obsesión de Joan con las perchas metálicas, cómo ataba con correas a su hermano Christopher o sus incursiones nocturnas cuando, por cualquier motivo, se presentaba en mitad de la noche en la habitación de la niña y la pegaba con severidad. Finalmente Joan Crawford consiguió el papel que le devolvería de nuevo a la cima. La película era Alma en suplicio y con ella ganaría el Oscar. “La noche de los Oscar contaba Christina Crawford fue un teatro bien ensayado. Ella quería desesperadamente ganar la estatuilla y no sabía qué hacer. Así que se metió en la cama y dijo a todos que tenía neumonía. Era la pobre actriz enferma. Así que finalmente le llamaron para decirle que había ganado y entonces tuvo lugar una recuperación milagrosa y espontánea. De pronto se peinó, se maquilló y volvió a la cama para esperar a que llegaran la prensa, el director y su Oscar. Al día siguiente salió en todos los periódicos la foto recibiendo la estatuilla en la cama". Gracias al Oscar su carrera remontó y en los años siguientes rodaría otras buenas películas como “Johnny Guitar”. Lo que no cambió en absoluto fue la forma en la que trataba a sus hijos. Por suerte para ellos los niños serían enviados a un internado a salvo del temperamento de su madre. En 1962 Joan Crawford rodaría la última de sus películas famosas, Qué fue de Baby Jane, junto a la que era su gran rival en la industria, Bette Davis. Las dos actrices se odiaban desde hacía décadas. Después su carrera languideció a base de series de televisión y películas de terror. En los últimos años vivía sola, oculta de la gente, encerrada en su apartamento de Nueva York.
Una de las últimas decisiones que tomó antes de morir fue la de desheredar a sus hijos Christina y Christopher. En su testamento no daba muchas explicaciones. Simplemente decía: Los motivos ya los conocen ellos. Fue ese detalle lo que animó a Christina Crawford a escribir un libro contando cómo había sido la vida al lado de su madre. El libro, publicado en 1978, fue un éxito de ventas y tres años después se adaptó al cine en una película de igual título, Queridísima mamá, en la que Faye Dunaway daba vida a Joan Crawford. Para muchos fue una auténtica sorpresa descubrir en aquella película el verdadero carácter de la actriz. Es el lado oscuro que esconden algunas estrellas y que lleva alimentando esta crónica negra desde que se inventó el cine.
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