Nunca olvidaré esta experiencia, ni su rostro angelical que me pidió ayuda.
Yo crecí en la casa de mi abuela paterna en La Pastora, era una casa grande con patio interno. Cuándo mi hermana tenía 10 años mi mamá quedó accidentalmente embarazada de mí y cuando cumplió sus 15 años la dejaron tener novio y le hicieron una gran fiesta en la vieja casa. Se había puesto muy bonita y a los pocos meses se casó y yo llevé los anillos, al parecer estaba embarazada, así que siendo muy jóvenes se quedaron a vivir con nosotros. Nació una niña bellísima, caririta y con los ojos azules como los de mi abuela, super inteligente y llamativa, yo jugaba con ella, la protegía, pero después que cumplió 4 años comenzó a jugar con “Sombrita”, hablaba sola, se reía y se miraba mucho en el espejo. Nunca pude ver a su amigo, solo una sombra que se deslizaba furtiva y silenciosa.
Así que la llevaron a un sicólogo infantil quien dijo que eso era normal y que se le pasaría cuando entrara en la escuela, porque tan solo era un amigo imaginario. Bueno aquello se volvió tan cotidiano que invitábamos a Sombrita a comer a la mesa, que jugara en el cuarto, hasta se iba hasta de vacaciones con nosotros. Todo estaba bien hasta que Raquelita, una niña dulce se convirtió en amargada, comenzó a decir groserías, no hacía caso y de repente se ponía a jugar cosas raras, sobre todo el juego de las escaleras porque Sombrita se lo enseñaba, y así hablaba de cosas que no eran para su edad, y me culpaban, pero ella insistía y les aclaraba que no era su tío Bético.
Lo más espantoso era que este ser comenzó aparecer en forma fugaz en las fotografías, reflejos de ventanas y espejos, pero nadie me creía hasta que la niña comenzó asustarse y confesó que Sombrita le decía que no me quisiera.
Mi abuela buscó a una rezandera quien dijo que le volvieran a echar el agua porque se había alejado su Ángel de la Guarda, y es a partir de allí que ese amigo imaginario se volvió violento, activaba la tele, apaga y encendía las luces, abría los chorros y lo mas escalofriante es que movía y escondía los juguetes. La niña se molestó con su amigo imaginario y comenzaron aparecerle moretones, yo veía como le alaba el cabello, cuando se escondía debajo de la cama y no la dejaba dormir. Mi hermana harta de tanta cosa rara buscó alquiler y decidió mudarse.
Esa tarde Raquelita estaba guardando sus juguetes y comenzó a gritar, salimos corriendo, venía bajando por las escaleras, vi una sombra que la perseguía y la empujó, cuando cayó junto a nosotros ya estaba muerta, se había desnucado.
Recuerdo bien que la metieron en un urnita blanca y la vistieron de angelito, nunca pude olvidar a Raquelita, porque noche tras noche viene a visitarme tomada de la mano de su amigo imaginario, una sombra oscura con ojos brillantes que se la llevó.
La gente no sabe que a veces esos amigos imaginarios pueden ser espíritus que se tornan peligrosos cuando los niños no quieren hacer lo que ellos dicen.
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