23 oct 2018

ACAMPADA MORTAL



Un pastor se sorprendió al ver que su cabaña, donde guardaba los aperos, había sido forzada. Una vez en el interior halló el cadáver de una chica. Al tiempo, a 400 metros de distancia, apareció otro correspondiente a un muchacho. Y después, en un arroyo, un occiso de otra joven a la que le faltaban un pie y una mano.
Existían huellas de una cuarta persona en la caseta y alrededores. Alguien que probablemente los condujo hasta allí. Y que, por supuesto, conocía esa sierra escarpada y traicionera.
Las autopsias no fueron concluyentes y las pesquisas incompletas, por falta de medios de aquella época, lo que condujo a conclusiones dispares. Entre las hipótesis que circularon se habló de que la muerte de Rosario pudo ser por inmersión en agua dulce. Un líquido sanguinolento en sus orificios nasales así parecía señalarlo.
La Policía se inclinaba más por una intoxicación de algún veneno poco conocido que no dejara rastro alguno en el cuerpo. Quizá beleño, lo que provocó una intoxicación mortal de la pareja de novios. La otra chica huyó despavorida ante tales visiones angustiosas.
Circuló otra teoría según la cual Rosario y Francisco habrían sufrido una muerte lenta en la que se les habría obligado a tomar drogas, mientras que Pilar habría sido descuartizada posteriormente.
El cuerpo mutilado de ésta fue lo que creó mayores dudas. Aunque había quienes achacaban tal carnicería a animales carroñeros, el Instituto Nacional de Toxicología confirmó los resultados del primer informe realizado en la clínica forense de Valencia: la pierna de la chica fue cercenada con una sierra mecánica. El cadáver había sido desmembrado, seccionándole un pie y una mano.
Jornadas después de tan extrañas muertes apareció una mano, al parecer de mujer, sobre un banco situado junto a una marquesina de una parada de autobuses en Valencia. Al día siguiente una señora encontró un pie amputado, supuestamente de Pilar, en el interior de un contenedor de basuras en la calle Alcàsser, también en la capital valenciana. Había sido cortado unos seis centímetros por encima del tobillo.
Hubo una llamada a Protección Civil comunicando que habían visto arrojar un bulto grande en donde apareció dicho resto humano. El anónimo denunciante facilitó incluso el nombre del sospechoso, que fue detenido e interrogado por la Guardia Civil. Negó cualquier relación con las extrañas muertes y quedó en libertad por falta de pruebas.
El hecho de que las víctimas fueran hijos de familias humildes y desestructuradas contribuyó a que el caso no tuviera el eco periodístico necesario y se fue diluyendo en el olvido con el paso del tiempo. Los padres no pudieron conseguir que se realizaran después nuevas autopsias y análisis de ADN. Resultaba más fácil echarle la culpa al consumo de plantas alucinógenas, pese a que los médicos no detectaron rastros de estupefacientes en sus organismos. Faltó presión social y mediática para darle una vuelta de tuerca a la investigación.
Los hechos se remontan a inicios de 1989. Francisco Valeriano Flores, de 14 años, su novia Rosario Gayete Moedra, de 15, y su amiga Pilar Ruiz Barriga, de la misma edad, salieron de excursión al monte de Catadau, en Valencia. Llevaban una tienda de campaña con la intención de hacer camping. Nadie volvió a verlos.
Cinco días más tarde se descubrió en su cobertizo el primero de los cuerpos. Estaba tumbado sobre la cama y no mostraba signos de violencia. El pastor creyó que la chica estaba dormida, por lo que la tocó con un pie. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que no se movía.
Tras el funesto hallazgo cundió la alarma y se emprendió una intensa batida por el bosque sin resultado alguno. Casi a los tres meses otro vecino, que andaba buscando espárragos, encontró en las proximidades al adolescente, en avanzado estado de descomposición. Estaba boca abajo, entre unos arbustos, y parecía haberse desplomado. Presentaba aspecto de muerte natural. 
A finales de mayo dieron con los restos de Pilar. Estaba a nueve kilómetros del lugar de los hechos. Yacía en una pequeña acequia, junto al río Magro, en el término municipal de Turís. Tenía la cara desfigurada, por lo que sus familiares no pudieron reconocerla. Había sido cuarteada y le faltaban un par de extremidades.
Las investigaciones se incrementaron ante lo que parecía un crimen múltiple. El chaval guardaba en el bolsillo el billete de autobús para llegar hasta Catadau. Terminaron su mortal viaje 30 kilómetros más adelante, en Macastre. La tienda de campaña estaba sin montar, ni siquiera sacada de su funda. Con el frío y el temporal debieron preferir resguardarse en una cabaña. Existían huellas de una cuarta persona en la caseta y alrededores. Alguien que probablemente los condujo hasta allí. Y que, por supuesto, conocía esa sierra escarpada y traicionera.
Las autopsias no fueron concluyentes y las pesquisas incompletas, por falta de medios de aquella época, lo que condujo a conclusiones dispares. Entre las hipótesis que circularon se habló de que la muerte de Rosario pudo ser por inmersión en agua dulce. Un líquido sanguinolento en sus orificios nasales así parecía señalarlo.
La Policía se inclinaba más por una intoxicación de algún veneno poco conocido que no dejara rastro alguno en el cuerpo. Quizá beleño, lo que provocó una intoxicación mortal de la pareja de novios. La otra chica huyó despavorida ante tales visiones angustiosas.
Circuló otra teoría según la cual Rosario y Francisco habrían sufrido una muerte lenta en la que se les habría obligado a tomar drogas, mientras que Pilar habría sido descuartizada posteriormente.
El cuerpo mutilado de ésta fue lo que creó mayores dudas. Aunque había quienes achacaban tal carnicería a animales carroñeros, el Instituto Nacional

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