6 oct 2018

Sheila Barrero



Sheila Barrero tenía 21 años. Estudiante de Turismo en Gijón (Asturias), también trabajaba los fines de semana de camarera en un bar de Villablino (León). Fue justo en el Puerto del Cerredo, frontera entre ambas provincias, donde su hermano Elías la encontró dentro de su coche la mañana lluviosa del 25 de enero de 2004. Estaba sentada en el asiento del conductor, con las manos colocadas sobre las rodillas y el abrigo enganchado en la puerta. Un fino chorro de sangre se deslizaba por su sien. Elías cerró la puerta del vehículo y llamó a la Guardia Civil.
El calibre con el que un asesino había acabado con Sheila era muy pequeño, poco común, pero en esta zona minera las escopetas, explosivos y armas modificadas de pequeño calibre eran muy poco habituales. La escena había sido modificada. La había parado en la carretera, por lo que tenía que ser alguien conocido. El asesino se había montado en el asiento trasero y la había disparado a la cabeza. Después movió su cuerpo al sitio del copiloto, trasladó el vehículo a la explanada que hay en el puerto y volvió a colocar a Sheila en el sitio del conductor.
Uno de los amigos, y expareja de Sheila, dio positivo en las pruebas de residuo de disparo. Pero una batalla química legal sobre si podía deberse a una transferencia dejó suelto al sospechoso tras ser detenido. En este caso, los agentes de la Guardia Civil confían en que la familia que ahora protege al sospechoso habl
e algún día.

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