23 mar 2016

Iglesia de Santa Maria de la Peña



La iglesia parroquial de Santa María de la Peña es uno de los cinco templos cristianos que tuvo la ciudad de Brihuega y, en este caso, su construcción, como San Felipe y San Miguel, se asocia a los tiempos en que el Arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada fue señor de la población. Este templo del siglo XIII ha sido elegido para ser incluido en la sección de Monumentos por descubrir por tratarse de un edificio de extraordinaria belleza y calidad y, sin embargo, no nos parece de los templos medievales más divulgados de la provincia de Guadalajara. Es además un ejemplar muy interesante desde el punto de vista estilístico, donde se fusionan diferentes corrientes artísticas: la tradición tardo románica popular de la Extremadura Castellana, la arquitectura cisterciense de los monasterios alcarreños Bonaval, Monsalud, etc., y las innovaciones góticas que comienzan a importarse de Francia y que tienen en la catedral toledana una de sus primeras manifestaciones en los reinos hispanos. Hay que reiterar aquí la relación de esta iglesia con el prelado Ximenez de Rada que fue el impulsor de la catedral gótica de Toledo. Desde el punto de vista arquitectónico, Santa María de la Peña es una iglesia de tres naves de tres tramos, siendo más ancha y alta la central, con ábside sólo para dicha nave principal constituido por un presbiterio rectangular y un ábside poligonal. Nada nos interesa especialmente de la sobria y anodina puerta de la fachada occidental, al haberse reconstruido en el siglo XVI. Sin embargo, cobijada bajo un porche moderno, se nos aparece la preciosa puerta septentrional tardo románica que nos detendremos a contemplar. Posee cuatro arquivoltas apuntadas con baquetones y superficies planas adornadas con motivos florales y un guardapolvos de puntas de diamante. Una especie de tímpano se rebaja con dos arcos apuntados simétricos decorados con flores que dejan espacio a un enorme pinjante horadado con tres óculos, siendo el central un pequeño rosetón circular con cinco círculos formando una especie de estrella. Los apoyos son las jambas interiores y tres parejas de elegantes columnillas separadas por molduras con puntas de diamante. Los capiteles muestran un ciclo bastante completo de la Natividad, desde la Anunciación, pasando por la Visitación, el Nacimiento, la Epifanía y la Huida a Egipto, aunque los capiteles del lado izquierdo están muy meteorizados y cuesta adivinar su iconografía. Una somera inspección de esta notable puerta deja a las claras una profunda restauración moderna que afectó especialmente la as basas y partes inferiores de las columnas, así como a los capiteles del lado derecho del espectador zona oeste.La cabecera, que forma el remate de la nave central, tiene un presbiterio rectangular y un ábside poligonal. En cada vértice de este polígono de cinco lados existe un poderoso contrafuerte escalonado que sirven para sujetar los nervios de la bóveda de crucería interior. En los paños murales se abren elegantes ventanales muy rasgados, de medio punto rodeado de cuatro arquivoltas. La interior, que rodea el hueco, es plana. La segunda es de baquetón continuo que rodea el vano sin intermediación de impostas. Las dos externas también tienen baquetón sobre esbeltas columnillas de capitales vegetales tipo crochet. Todo el conjunto es rodeado por una banda continua de puntas de diamante. En el interior se aprecia la diferente anchura y altura de las naves, separadas por arcos formeros de medio punto que apoyan en pilares de planta cilíndrica ya se han abandonado los pilares cruciformes románicos con columnas adosadas que soportan bóvedas de crucería. El arco triunfal es apuntado, con guardapolvos de puntas de diamante y da acceso al presbiterio con columnas y bóveda también de crucería. El ábside poligonal se cubre con bóveda nervada. El aspecto ornamental y constructivo de lo descrito hasta el momento en esta iglesia está muy cercano al mundo cisterciense (aunque con grandes dosis del gótico toledano). Por ello, es muy significativa la colección de capiteles figurados que se encuentran en el interior, con escenas marianas, bestiario fantástico medieval, personajes en diferentes faenas, etc. que rompen, inesperadamente, la tendencia al habitual ornato vegetal cisterciense. Se conserva también en el interior del templo de Santa María de la Peña una pila bautismal de aspecto medieval. Lo más notable es su voluminosa copa tallada a bajorrelieve con hojas lanceoladas de diferentes tamaños. Se asienta la iglesia de Santa María de la Peña, como su propia advocación indica, sobre una abrupta prominencia rocosa que, además de funcionar como muralla defensiva natural para la población durante los tumultuosos siglos medievales, permitía dominar amplias panorámicas sobre la campiña alcarreña y el fértil valle del Tajuña. Precisamente sobre ese vertical roquedo y accesible a través de unas modernas plataformas metálicas habilitadas al costado sur del templo puede accederse a la pintoresca gruta de Nuestra Señora de la Peña, de gran devoción entre los briocenses y cuya imagen es sacada en procesión por las calles de la localidad cada día 15 de agosto. Dicha imagen, venerada en la propia cueva horadada en la peña, es de factura reciente aunque de hechuras románicas, respondiendo al modelo de Virgen negra entronizada ataviada con ricos ropajes y que sostiene al Niño en una de sus rodillas y una esfera en su mano derecha.
La devoción a Nuestra Señora de la Peña procede de una vieja leyenda medieval que narra cómo la Virgen, rodeada de un gran resplandor y durante una noche veraniega, se apareció a la princesa mora Elima, hija de Almamún. De inmediato, ésta hizo llamar a todo su séquito, que corrió apresurado al lugar, donde encontrarían una imagen de María con el Niño Jesús en sus brazos.














































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