La historia de estas comarcas serranas siempre se ha caracterizado por el aislamiento que la naturaleza impone. Poblada ya desde época prerromana, con la existencia de yacimientos paleolíticos en diversas cuevas de Matallana y La Vereda. Ni la crisis del Siglo III que sufre el Imperio romano ni las sucesivas oleadas de visigodos suponen una alteración significativa de la escasa población de estas tierras más que en el control político de las mismas. Con la llegada de los musulmanes se inicia una incipiente repoblación con población bereber, de carácter pastoril, que se asienta en estas tierras estériles junto con la escasa población hispano visigoda.
Durante siglos esta fue zona divisoria entre los reinos cristianos del norte y Al-Ándalus, sin que hubiera grandes movimientos demográficos. En esta época pudieran existir ya rebaños de ganado que practicaran la trashumancia, siendo la ganadería la principal actividad económica junto con una agricultura de subsistencia. De igual modo se inicia la intervención sobre la naturaleza, con la roturación de tierras, con rozas, corte de arbolado, etc., para aumentar la superficie de terreno agrícola y ganadero que pudiera satisfacer las necesidades del autoconsumo.
En el Siglo XI Alfonso VI conquista para Castilla estas tierras iniciándose el periodo repoblador cristiano formado fundamentalmente por castellanos, leoneses, gallegos y asturianos. De igual modo se funda en las cercanías el monasterio de Bonaval que en 1164 es concedido por Alfonso VIII a una comunidad cisterciense para servir de barrera a una ya improbable invasión musulmana, llegando el límite de esta comunidad "hasta la sierra de Elvira, y de dicho valle a la Serranía, transitando más allá de ella, hasta el valle de Muratel (Muriel), en el Sorbe", justo en el límite sur de La Vereda, hoy arroyo de Sierra Elvira.
Hasta el Siglo XIII se produce la principal repoblación de la zona, organizándose administrativamente mediante las Comunidades de Villa y Tierra, perteneciendo la población de El Vado a la de Sepúlveda.
En 1278, El Vado, consigue su propio territorio, incorporando a Matallana y a La Vereda a su municipio. Tanto El Vado, como Colmenar de la Sierra y El Cardoso de la Sierra, formaron los municipios más orientales de la Comunidad y Tierra de Sepúlveda.
El Vado, ya desde el Siglo XII, adquiere importancia como lugar de paso del río Jarama, con puente propio que comunica a través de La Vereda y Matallana los pasos de ganado desde el norte hacia las tierras del sur. Así el Arcipreste de Hita incluye un canto de honor a la Virgen de El Vado en su célebre Libro de Buen Amor. Con la creación del Honrado Concejo de la Mesta en el Siglo XIII, este carácter de paso ganadero de la zona va en aumento, constituyendo la Cañada Real que desde Soria se dirige hacia Extremadura.
En 1373 este territorio pasa por donación de Juana Manuel de Villena y Núñez de Lara (1339-1381), hija de Don Juan Manuel y esposa de Enrique II de Castilla, a Pedro González de Mendoza.4 En 1379 Pedro González de Mendoza hace donación a favor de su primogénito Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado, de los lugares de El Cardoso, Colmenar y El Vado. Éste los incluye en el mayorazgo destinado al primer Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, pero como un señorío aparte del de Buitrago y asociado al Condado del Real del Manzanares. El Señorío de El Cardoso, Colmenar y El Vado, lo hereda su séptimo hijo, Juan Hurtado de Mendoza. Desde entonces permanece como Señorío de la familia de los Mendoza, asociado desde el siglo XVII al Marquesado de Montes Claros, hasta el final del Antiguo Régimen y los Señoríos, que propiciaron las Desamortizaciones del Siglo XIX.
Dichas desamortizaciones produjeron graves desavenencias entre los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado, al apropiarse de la propiedad comunal de varios montes y pastos de la zona el Marqués de Montesclaros, D. José Rafael de Silva Fernández de Híjar Portugal y Palafox, amparado por el Consejo de Castilla en 1825. A pesar de que el Catastro de Ensenada en 17527 y diversos "amillaramientos" realizados a principios del siglo XIX indicaban que el titular del Señorío no poseía propiedades en el Concejo, los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado y los mayores contribuyentes de la zona tuvieron que celebrar una avenencia con el Marqués en 1857 en presencia del Gobernador de Guadalajara reconociéndole la propiedad sobre varias fincas y montes, tras varios mandatos de ejecución por parte del Consejo de Castilla. Aun así, y ante la venta de dichos montes y pastos que realizó el Marques de Montesclaros a D. Segundo Colmenares en 1862, los conflictos con los vecinos continuaron.
En 1921 los 54 vecinos existentes en El Vado, La Vereda y Matallana, compran en régimen de copropiedad tres grandes fincas que rodean a las poblaciones, provenientes de las antiguas tierras comunales, y que habían pasado a propiedad privada tras las referidas Desamortizaciones de fines del Siglo XIX. Dicha agrupación de fincas constituía la mayor parte del término municipal, compuesta por las grandes masas boscosas existentes, exceptuando únicamente las pequeñas tierras agrícolas que eran propiedad de los particulares.
El lento aumento poblacional supone en estos siglos la transformación de la Sierra, con el intenso aprovechamiento forestal y ganadero de la zona. Esto produce el adehesamiento de encinares y melojares y la reducción de las manchas boscosas por el carboneo y la creación de tierras de cultivo. Esta serie de actividades económicas se refleja en la consolidación de los núcleos urbanos existentes: La Vereda, Matallana, y El Vado como cabecera del pequeño señorío, estando documentadas La Vereda y Matallana en los Libros de Fábrica de la Iglesia Parroquial de Santa María de El Vado desde 1497 y 1485 respectivamente, apareciendo como núcleos totalmente consolidados y con una vecindad de importancia dentro del Concejo. En 1759, ante el aumento poblacional, se amplía y mejora la antigua ermita de La Vereda, de la cual hay constancia en 1544 aunque dedicada a San Bartolomé, y se bendice para poder celebrar los Sacramentos.
La existencia de la comarca se estabiliza hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX empieza el flujo migratorio ante la dureza de la zona y el fin de la economía que la sustentaba. En el caso particular de El Vado, La Vereda y Matallana, tras la Guerra Civil de 1936 que ya inicia un periodo de destrucción de los sistemas de organización tradicionales y el abandono, por ejemplo, de los edificios eclesiásticos tras las destrucciones realizadas el 25 de julio de 1936 por las fuerzas republicanas, se reanuda la construcción de la presa. Así, la creación durante el primer tercio del siglo XX del embalse de El Vado para abastecer de agua a Madrid, mediante el Canal de Isabel II, supone el golpe definitivo para la desaparición de los núcleos poblados. Ello supone el anegamiento en 1954 de la localidad de El Vado, excepto la iglesia y el cementerio.
Con la desaparición de El Vado, el ayuntamiento del Concejo pasa en 1950 a La Vereda, y la Parroquia pasa a la ermita de San Juan en Matallana. Con este motivo los vecinos construyen en La Vereda la nueva Casa de Villa y los edificios públicos necesarios (Casa del Secretario, Escuelas, Fragua y Molino).
Este anegamiento supone de igual modo el corte de la deficiente carretera que comunicaba a través de la Cañada Real los núcleos de La Vereda y Matallana con el exterior. En 1950 se inicia también por parte de ICONA la repoblación forestal de la finca Montesclaros.
Así, sin accesos, sin servicios médicos, electricidad, agua corriente, suministros, con los terrenos dedicados a la ganadería reduciéndose, la emigración aumenta en la década de los años 60. Por fin, en 1972, se produce la expropiación forzosa de todo el término municipal de La Vereda, Matallana y El Vado, ante la declaración de utilidad pública de los trabajos de repoblación forestal que se realizan, y la obligada despoblación es un hecho.
En 1976 un pequeño grupo de arquitectos de Guadalajara y Madrid, evitan que ICONA derribe todos los edificios de La Vereda y Matallana para proseguir con la reforestación, de este modo se logra preservar la integridad de estos pueblos. Dada esta situación ilegal, se decide crear la Asociación Cultural La Vereda, a la que se otorga, en concesión libre y pública, el arrendamiento agrícola de este pueblo, junto con Matallana, procediendo de esta forma ya legal a la rehabilitación y reconstrucción de los edificios mejor conservados. Es desde entonces, 1977, el trabajo de esta asociación el que está devolviendo (junto con los habitantes de Matallana) a la zona la poca vida que en ella quedaba dada la emigración total que existió en años pasados. Hasta la fecha de hoy es esta asociación la que con su trabajo y tesón ha convencido en reiteradas ocasiones (tres hasta la fecha) a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para que los trabajos se continúen en la dirección llevada de mantener todo tal y como se
encontraba hace siglos, recuperando de esta forma arquitectura popular, cultivos autóctonos, antiguos caminos y fuentes, calzado, ropajes, corduras de sillas y taburetes, mobiliario doméstico, herramientas de labor y utillaje, salvaguardando encinas, robles, quejigos, sabinas, etc., y su enorme fauna (buitres, águilas calzadas y ratoneras, corzos, jabalíes, codornices, ardillas, picapinos, pájaros carpinteros, el escribano montesinos en peligro de extinción, gatos monteses, etc.).
En 1988 los antiguos vecinos de La Vereda, Matallana y El Vado, fundan la Asociación Cultural Hijos de La Vereda con el fin de mantener y recuperar sus tradiciones. Desde esta fecha los antiguos vecinos y expropietarios de La Vereda defienden igualmente su derecho legal a ejercitar la reversión de las fincas expropiadas forzosamente para unos fines de utilidad pública como es la repoblación forestal que no se han cumplido en su totalidad, pretendiendo la recuperación integral de dichos pueblos.
El 24 de junio de 2007, finalizadas las obras de la primera fase de restauración auspiciada desde el Obispado de Sigüenza-Guadalajara y con el patrocinio de la Diputación de Guadalajara y la Asociación Cultural Hijos de La Vereda, la Iglesia-Ermita de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, en La Vereda, se reabre al culto.
Durante siglos esta fue zona divisoria entre los reinos cristianos del norte y Al-Ándalus, sin que hubiera grandes movimientos demográficos. En esta época pudieran existir ya rebaños de ganado que practicaran la trashumancia, siendo la ganadería la principal actividad económica junto con una agricultura de subsistencia. De igual modo se inicia la intervención sobre la naturaleza, con la roturación de tierras, con rozas, corte de arbolado, etc., para aumentar la superficie de terreno agrícola y ganadero que pudiera satisfacer las necesidades del autoconsumo.
En el Siglo XI Alfonso VI conquista para Castilla estas tierras iniciándose el periodo repoblador cristiano formado fundamentalmente por castellanos, leoneses, gallegos y asturianos. De igual modo se funda en las cercanías el monasterio de Bonaval que en 1164 es concedido por Alfonso VIII a una comunidad cisterciense para servir de barrera a una ya improbable invasión musulmana, llegando el límite de esta comunidad "hasta la sierra de Elvira, y de dicho valle a la Serranía, transitando más allá de ella, hasta el valle de Muratel (Muriel), en el Sorbe", justo en el límite sur de La Vereda, hoy arroyo de Sierra Elvira.
Hasta el Siglo XIII se produce la principal repoblación de la zona, organizándose administrativamente mediante las Comunidades de Villa y Tierra, perteneciendo la población de El Vado a la de Sepúlveda.
En 1278, El Vado, consigue su propio territorio, incorporando a Matallana y a La Vereda a su municipio. Tanto El Vado, como Colmenar de la Sierra y El Cardoso de la Sierra, formaron los municipios más orientales de la Comunidad y Tierra de Sepúlveda.
El Vado, ya desde el Siglo XII, adquiere importancia como lugar de paso del río Jarama, con puente propio que comunica a través de La Vereda y Matallana los pasos de ganado desde el norte hacia las tierras del sur. Así el Arcipreste de Hita incluye un canto de honor a la Virgen de El Vado en su célebre Libro de Buen Amor. Con la creación del Honrado Concejo de la Mesta en el Siglo XIII, este carácter de paso ganadero de la zona va en aumento, constituyendo la Cañada Real que desde Soria se dirige hacia Extremadura.
En 1373 este territorio pasa por donación de Juana Manuel de Villena y Núñez de Lara (1339-1381), hija de Don Juan Manuel y esposa de Enrique II de Castilla, a Pedro González de Mendoza.4 En 1379 Pedro González de Mendoza hace donación a favor de su primogénito Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado, de los lugares de El Cardoso, Colmenar y El Vado. Éste los incluye en el mayorazgo destinado al primer Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, pero como un señorío aparte del de Buitrago y asociado al Condado del Real del Manzanares. El Señorío de El Cardoso, Colmenar y El Vado, lo hereda su séptimo hijo, Juan Hurtado de Mendoza. Desde entonces permanece como Señorío de la familia de los Mendoza, asociado desde el siglo XVII al Marquesado de Montes Claros, hasta el final del Antiguo Régimen y los Señoríos, que propiciaron las Desamortizaciones del Siglo XIX.
Dichas desamortizaciones produjeron graves desavenencias entre los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado, al apropiarse de la propiedad comunal de varios montes y pastos de la zona el Marqués de Montesclaros, D. José Rafael de Silva Fernández de Híjar Portugal y Palafox, amparado por el Consejo de Castilla en 1825. A pesar de que el Catastro de Ensenada en 17527 y diversos "amillaramientos" realizados a principios del siglo XIX indicaban que el titular del Señorío no poseía propiedades en el Concejo, los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado y los mayores contribuyentes de la zona tuvieron que celebrar una avenencia con el Marqués en 1857 en presencia del Gobernador de Guadalajara reconociéndole la propiedad sobre varias fincas y montes, tras varios mandatos de ejecución por parte del Consejo de Castilla. Aun así, y ante la venta de dichos montes y pastos que realizó el Marques de Montesclaros a D. Segundo Colmenares en 1862, los conflictos con los vecinos continuaron.
En 1921 los 54 vecinos existentes en El Vado, La Vereda y Matallana, compran en régimen de copropiedad tres grandes fincas que rodean a las poblaciones, provenientes de las antiguas tierras comunales, y que habían pasado a propiedad privada tras las referidas Desamortizaciones de fines del Siglo XIX. Dicha agrupación de fincas constituía la mayor parte del término municipal, compuesta por las grandes masas boscosas existentes, exceptuando únicamente las pequeñas tierras agrícolas que eran propiedad de los particulares.
El lento aumento poblacional supone en estos siglos la transformación de la Sierra, con el intenso aprovechamiento forestal y ganadero de la zona. Esto produce el adehesamiento de encinares y melojares y la reducción de las manchas boscosas por el carboneo y la creación de tierras de cultivo. Esta serie de actividades económicas se refleja en la consolidación de los núcleos urbanos existentes: La Vereda, Matallana, y El Vado como cabecera del pequeño señorío, estando documentadas La Vereda y Matallana en los Libros de Fábrica de la Iglesia Parroquial de Santa María de El Vado desde 1497 y 1485 respectivamente, apareciendo como núcleos totalmente consolidados y con una vecindad de importancia dentro del Concejo. En 1759, ante el aumento poblacional, se amplía y mejora la antigua ermita de La Vereda, de la cual hay constancia en 1544 aunque dedicada a San Bartolomé, y se bendice para poder celebrar los Sacramentos.
La existencia de la comarca se estabiliza hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX empieza el flujo migratorio ante la dureza de la zona y el fin de la economía que la sustentaba. En el caso particular de El Vado, La Vereda y Matallana, tras la Guerra Civil de 1936 que ya inicia un periodo de destrucción de los sistemas de organización tradicionales y el abandono, por ejemplo, de los edificios eclesiásticos tras las destrucciones realizadas el 25 de julio de 1936 por las fuerzas republicanas, se reanuda la construcción de la presa. Así, la creación durante el primer tercio del siglo XX del embalse de El Vado para abastecer de agua a Madrid, mediante el Canal de Isabel II, supone el golpe definitivo para la desaparición de los núcleos poblados. Ello supone el anegamiento en 1954 de la localidad de El Vado, excepto la iglesia y el cementerio.
Con la desaparición de El Vado, el ayuntamiento del Concejo pasa en 1950 a La Vereda, y la Parroquia pasa a la ermita de San Juan en Matallana. Con este motivo los vecinos construyen en La Vereda la nueva Casa de Villa y los edificios públicos necesarios (Casa del Secretario, Escuelas, Fragua y Molino).
Este anegamiento supone de igual modo el corte de la deficiente carretera que comunicaba a través de la Cañada Real los núcleos de La Vereda y Matallana con el exterior. En 1950 se inicia también por parte de ICONA la repoblación forestal de la finca Montesclaros.
Así, sin accesos, sin servicios médicos, electricidad, agua corriente, suministros, con los terrenos dedicados a la ganadería reduciéndose, la emigración aumenta en la década de los años 60. Por fin, en 1972, se produce la expropiación forzosa de todo el término municipal de La Vereda, Matallana y El Vado, ante la declaración de utilidad pública de los trabajos de repoblación forestal que se realizan, y la obligada despoblación es un hecho.
En 1976 un pequeño grupo de arquitectos de Guadalajara y Madrid, evitan que ICONA derribe todos los edificios de La Vereda y Matallana para proseguir con la reforestación, de este modo se logra preservar la integridad de estos pueblos. Dada esta situación ilegal, se decide crear la Asociación Cultural La Vereda, a la que se otorga, en concesión libre y pública, el arrendamiento agrícola de este pueblo, junto con Matallana, procediendo de esta forma ya legal a la rehabilitación y reconstrucción de los edificios mejor conservados. Es desde entonces, 1977, el trabajo de esta asociación el que está devolviendo (junto con los habitantes de Matallana) a la zona la poca vida que en ella quedaba dada la emigración total que existió en años pasados. Hasta la fecha de hoy es esta asociación la que con su trabajo y tesón ha convencido en reiteradas ocasiones (tres hasta la fecha) a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para que los trabajos se continúen en la dirección llevada de mantener todo tal y como se
encontraba hace siglos, recuperando de esta forma arquitectura popular, cultivos autóctonos, antiguos caminos y fuentes, calzado, ropajes, corduras de sillas y taburetes, mobiliario doméstico, herramientas de labor y utillaje, salvaguardando encinas, robles, quejigos, sabinas, etc., y su enorme fauna (buitres, águilas calzadas y ratoneras, corzos, jabalíes, codornices, ardillas, picapinos, pájaros carpinteros, el escribano montesinos en peligro de extinción, gatos monteses, etc.).
En 1988 los antiguos vecinos de La Vereda, Matallana y El Vado, fundan la Asociación Cultural Hijos de La Vereda con el fin de mantener y recuperar sus tradiciones. Desde esta fecha los antiguos vecinos y expropietarios de La Vereda defienden igualmente su derecho legal a ejercitar la reversión de las fincas expropiadas forzosamente para unos fines de utilidad pública como es la repoblación forestal que no se han cumplido en su totalidad, pretendiendo la recuperación integral de dichos pueblos.
El 24 de junio de 2007, finalizadas las obras de la primera fase de restauración auspiciada desde el Obispado de Sigüenza-Guadalajara y con el patrocinio de la Diputación de Guadalajara y la Asociación Cultural Hijos de La Vereda, la Iglesia-Ermita de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, en La Vereda, se reabre al culto.
Ma encantan Julia, se vé que la que sabe, sabe, un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias David, ya te dije que lo tenia para publicarlo.
ResponderEliminarBuen reportaje Julia; y la historia muy interesante.
ResponderEliminar¡¡Saludos!!
Muchas gracias Alejandra, un beso fuerte.
EliminarJulia, se ve un pueblo precioso y las fotos te quedaron de maravilla. Besos.
ResponderEliminarGracias Teresa la verdad que es precioso un beso paisana.
Eliminar