Monasterio de Bonaval (Guadalajara)

En 1164, Alfonso VIII, el de las Navas de Tolosa, rey de Castilla, permite a los cenobitas instalarse en un coto redondo a orillas del Jarama –a tiro de ballesta del caserío de Retiendas– para que habiten en él 'velut precarium'; es decir, de prestado. Años más tarde, se lo dona definitivamente y, muy contrariamente a los ascéticos principios de los monjes blancos –tal era la simbólica color de sus sayas–, Bonaval inaugura una historia pletórica de encomiendas y riquezas que no se interrumpirá hasta 1821, en que el gobierno liberal expropia convento y terrenos.
Otra de las claves que explican el atractivo de Bonaval fue el gran poder e influencia que en su día acumuló, al recibir abundantes donaciones de nobles y plebeyos de la comarca, especialmente durante los siglos XIII y XIV. Posteriormente comenzó una lenta decadencia que culminó con el trienio liberal de 1821, cuando los monjes tuvieron que abandonar las dependencias para retirarse al monasterio de Monte Sión, en Toledo. Hoy apenas se conservan los restos de lo que fue, esencialmente la iglesia y unos pocos muros del refectorio y la sala capitular, que languidecen con el paso del tiempo. Las hiedras y los abortos han colonizado los espacios otro día llenos de vida y de devoción, produciendo un ambiente romántico embriagador y sugerente.